sábado, 12 de noviembre de 2011

Etimología de gilipollas


En muchos sitios de internet, y reenviada masivamente por email, se encuentra una historia falsa sobre la etimología de la palabra gilipollas.  Básicamente sostiene que el término deriva del nombre propio Gil y del sustantivo "pollas"; Gil sería Baltasar Gil Imón (personaje que, realmente, tiene una calle en Madrid, hecho al que se alude en la falsa historia), y "pollas" serían sus hijas (el término "pollas", en la acepción que actualmente es la cuarta del DRAE, "mujer joven", aunque en la falsa historia se citan otras, "jovencita", "muchacha"...).

Es frecuente encontrar la historia con títulos pomposos como "Una lección de historia y de lingüística"o "Toda una lección de historia". Se trata pues de una mentira especialmente molesta, pues no sólo pretende (y consigue en gran medida) colar como verdadera una historia falsa, sino que además el engaño se presenta bajo la apariencia de información de interés histórico y cultural.


La mentira, según la fuente consultada, varía en extensión y riqueza de detalles; los que la difunden modifican ligeramente el texto o añaden algunas líneas de su cosecha, a veces aludiendo a la labor investigadora que han realizado.

La versión que incluimos procede de Historia de Madrid

"...Nos referimos a la calle de Gil Imón que hace travesaño entre el Paseo Imperial y la Ronda de Segovia. Gil Imón de la Mota fue fiscal del Consejo de la Hacienda en tiempos de Felipe III. Por entonces eran muy habituales los bailes a los que acudía la alta sociedad, en concreto las mozas casaderas en busca de un joven apuesto que las desposara. A las muchachas de entonces se las conocía como “pollas”, apelativo que recoge el Diccionario de la RAE.

Don Gil tenía tres hijas en edad de merecer. Las chicas no eran muy agraciadas que se diga y además tampoco destacaban por ser resueltas, más bien todo lo contrario, siendo incluso algo tontuelas. Pero el regidor las llevaba a todos los actos públicos a los que acudía. Tanto, que se hizo famosa la pregunta: “¿Ha llegado ya D. Gil?” A lo que se respondía: “Sí, ha llegado con sus pollas”.

Las jóvenes esperaban que algún día algún apuesto caballero se les acercara, pero eso nunca ocurría. La insistencia de esta costumbre dio lugar a la asociación mental de D. Gil y sus pollas con el significado de tonto. Y así surgió esta palabra: gilipollas. Por eso podemos decir que tiene su origen en el Madrid más castizo y que desde aquí se exportó hasta llegar a incluirse en la DRAE."
Otras versiones son la de Foro de Jubilantes, Octava Vida y Globedia (Victor Virgós) (estas dos versiones son casi idénticas, sólo cambian las frases iniciales; la historia se cuenta en primera persona y aludiendo a "mis pesquisas"...)

En realidad, Baltasar Gil Imón de la Mota (también escrito Baltasar Gilimón y Baltasar Jilimón), abogado y juez, nació en Medina del Campo alrededor de 1545 y  murió el día 5 de septiembre de 1629; en esa fecha era Contador Mayor de Cuentas de Felipe IV y acababa de ser nombrado miembro del Consejo de Estado. Debió ser hábil y competente pues gozó de la confianza tanto del Duque de Lerma (reinado de Felipe III) como del Conde-Duque de Olivares (reinado de Felipe IV), quien diría de él que era "el más docto, discreto, informado y prudente ministro que he conocido en mi vida" ("El conde duque de Olivares", J.H.Elliot, Ed.Crítica); era también Caballero de Santiago. Mantuvo enemistad y pleitos con Lope de Vega. En su casa murió, preso, el gran Duque de Osuna (el 3 de agosto de 1624 el preso fue trasladado "a la casa de Baltasar Gilimón de la Mota, juez del Consejo de Castilla, que estaba detrás del convento y de la Iglesia de San Francisco. El lugar era ya, prácticamente, Madrid, quedaba al mismo borde del recinto de la ciudad, junto a uno de los portillos del muro que delimitaba ese recinto", extraido de Don Pedro Girón, duque de Osuna: la hegemonía española en Europa a comienzos del siglo XVII, de Luis M. Linde)

En cuanto a las hijas de Baltasar Gilimón, la historia es casi tan rocambolesca como la de la falsa etimología.

Lo primero que sabemos de ellas es a través del portugués Tomé Pinheiro da Veiga en su obra "Fastiginia", de 1605, donde narra sus experiencias en Valladolid (la corte por entonces). Podemos leerlo en la traducción anotada que realiza Narciso Alonso Cortés en 1916:

"(20 de abril de 1605) ... Están aquí en la corte Gilimón de la Mota, que es riquísimo, y su mujer Dª Gregoria de la Vega, medio portuguesa, y tienen tres hijas, doña Fabiana de la Vega, casada, Dª Feliciana y doña Isabel, vestidas de monjas, á las que llaman las Gilimonas, y tienen muy honrados casamientos; tienen dos coches madre é hija, y así siempre se  hallan en las fiestas."
¿"Vestidas de monjas"? ¿las "Gilimonas"? Pues sí, las "gilimonas" habrían protagonizado un sonado incidente al rebelarse contra un bando dictada por Felipe III a comienzos del siglo XVII que imponía vestimentas graves y severas para las mujeres; a resultas de su rebeldía habrían sido condenadas por su propio padre a vestir hábitos de monja.

La historia es curiosa y puede leerse, por ejemplo, en las páginas 215 a 226 de la obra publicada en 1887 "Madrid viejo: crónicas, avisos, costumbres, leyendas y descripciones de la villa y corte en los siglos pasados", de Ricardo Sepúlveda, de donde extraemos la imagen (ilustración de Juan Comba):


En la revista Blanco y Negro del 4 de marzo de 1917, se incluye un poema titulado "Las Gilimonas", de Tomás Luceno, subtitulado "Leyenda del siglo XVII", sobre el incidente que comentamos ("Mirad qué sonrientes y orgullosas, qué compuestas, qué altivas! ... ¿Quiénes son, me preguntas, lector mío? Pues son las Gilimonas; las tres hijas de Gil Imón, fiscal de los Consejos, cargo de superior categoría...").

¿Leyenda? ¿Verdad? No me atrevo a pronunciarme, por más que la fuente sea de 1605, hay algo en la historia que no me termina de convencer. Lo que sí me parece muy probable es que el autor o autores de la falsa etimología conocieran la historia de las gilimonas, y les sirviera de perniciosa inspiración.

Porque, sin duda, la que es completamente falsa es la etimología de gilipollas. De hecho, las primeras apariciones del término datan de la primera mitad del siglo XX (según El Castellano. La página del idioma español), o sea, tres siglos después de la existencia de Baltasar Gilimón

Normalmente, la mentirosa etimología se acepta como buena en comentarios y en foros, y hasta los navegantes suelen felicitar al autor de la entrada, alegrándose de haber aprendido algo tan interesante.

Pero también encontramos voces discrepantes. Citamos algunas: Joseba en Foro de Jubilantes, Liguero en Globedia, el propio Colegui y Gabriela en Colegui (Gabriela reproduce el buen comentario, creo que original de José, en El Blog de Silcas (Silcas también duda de la historia, aunque "está curradísima"), A. de Miguel en Padronel, y quizá el comentario más completo de los encontrados, el de Quídam en Historia de Madrid. Varios de estos discrepantes ofrecen la historia de las "gilimonas" como fundamento para la refutación de la etimología.

3 comentarios:

  1. Justo la historia que dices que no es correcta, fue la que hace poco me llegó.
    Mi naturaleza curiosa, me hizo hacer una sencillísima búsqueda en google, y las fuentes que cuentan esta historia, comparten un rasgo en común: es periodística (y como es habitual en la inmensa mayoría de las fuentes periodísticas, con escasas pero honrosas excepciones, no parecen sentirse obligados a citar fuentes documentales fiables de lo que informan...).
    La persona que me comentó esta historia que en este artículo indicas que no es cierta, es lector habitual del ABC (uno de los primeros enlaces sobre el posible origen de la palabra es del año 2014 - ABC). Parece que una vez que eliges un periódico de lectura habitual, se pierde la capacidad de lectura crítica...
    Sin entrar en el origen de la palabra (no tengo los conocimientos para hacerlo), al menos en lo que escribes, le das las oportunas referencias, lo cual me hace como más creíble la versión que comunicas tú que la que circula por ahí...
    Un cordial saludo.

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  2. Pues la historia es tan buena que no me importa aceptarla como verdadera, que no puede rechazarse como incierta, a la vista de los débiles argumentos que se aducen y, que en cualquier caso es mucho más divertida y creíble que la de las "Gilimonas".

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